Martes, 17 Julio 2018 13:53

Reflexiones sobre la atención a Adolescentes en el PTV

Hace unas semanas leí un texto que decía: "La juventud de hoy ama el lujo, es mal educada, desprecia la autoridad

no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto, contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa y tiranizan a sus maestros".

A nadie le parecerá novedosa esta afirmación sobre la adolescencia, lo asombroso es que corresponde al filósofo griego Sócrates hace 2.400 años. Cierto o no, es notorio que a través de la historia ha existido una constante queja de los adultos hacia los adolescentes, mencionando que ellos andan mal y que en sus tiempos todo era mejor.

Si algo queda claro, es que somos los adultos quienes nombramos constantemente a la adolescencia como problemática, ¿Cómo pensar la queja planteada por algunos padres, profesores y adultos en general que traen o derivan adolescentes al PTV? Les molesta la impulsividad de los adolescentes, se quejan de que algo en ellos les resulta inmanejable, que sus consejos, opiniones u ordenes no son escuchadas. Existe algo en los jóvenes que llega a movilizar a los mayores, los cuales nacieron y se “educaron” en un mundo y hoy transitan en otro. Y aunque resulte paradójico, pasa lo mismo con los adolescentes, habitaban un mundo de niños y al llegar a la adolescencia se confrontan con uno nuevo.

El término adolescencia proviene del latín “Adolescens” que significa hombre joven y deriva también del “Adolescere” crecer, desarrollarse. Es en este desarrollo que cada persona tendrá una trama, una vivencia muy propia, que no puede entenderse como un concepto, sino, como una construcción singular.

Bien lo describía el escritor español Antonio Gala al plantear que:

“La pubertad te va cambiando el cuerpo; la adolescencia el alma. Y tú sobrecogido te preguntas quién fuiste y quién eres y en quién te vas a convertir dos sillas tienes – la infantil y la adulta – y te sorprendes sentado en el suelo”.

La adolescencia es un punto de tránsito, el umbral entre la infancia y el paso a la adultez. Es decir, es en este momento donde habrá una nueva significación y construcción tanto de sus lazos sociales, la relación con sus padres y con su propio cuerpo.

Esta construcción se va armando a partir de una ruptura entre aquello que fue (toda la noción infantil) y aquello que será (la adultez); es un espacio de metamorfosis que implica volver a darle un sentido a aquello que fue elaborado en la infancia, las preguntas resurgen y buscan una respuesta. Lo fantasioso de la fase infantil deja de prevalecer y es el adolescente quien debe reordenar su vida, debe posibilitarse un lugar, anudarse a algo, elaborar duelos; en pocas palabras es una etapa de crisis y de urgencia en relación a los cambios en su cuerpo y en la relación con los demás.

Pero, la pregunta que se hace todo adulto es ¿por qué este adolescente tiene “malas” conductas? Refiriéndose, a hablar “malas palabras”, ser impulsivos, callejeros, contestones, estar pegados al celular, vestirse de manera diferente, encerrarse en su cuarto, etc.

Podríamos nombrar estos actos como invenciones singulares que encuentran para no quedarse atrapados en lo infantil y avanzar al mundo adulto, del cual no tienen una clara comprensión. Es, en este momento, donde aparecerán estas conductas de vagar por las calles o también el vagabundeo por el internet; estas permiten - de alguna manera - la posibilidad de separarse del mundo familiar, intentando conocer y comprender aquello que no logran nombrar como propio aún.

La adolescencia inventa o se apropia de jergas o “malas” palabras, las cuales sirven como una forma de relacionarse con sus pares, se apropian de una lengua, pero a su vez rompe con la de los adultos y niños, de los cuales quieren diferenciarse. El silencio desafiante con los adultos es igual -en algunos casosun intento de separación.

La ropa, moda, música, los grupos sociales, pandillas, son quienes proporcionan una identidad y un ser diferente ante los demás, pero a su vez sirven como elementos de identificación e igualdad con sus pares sociales, siendo el adulto quien constantemente plantea la diferencia a través del “en mis tiempos no era así, en mis tiempos era mejor”.

Existe en el adolescente mucha intolerancia e impulsividad frente a los padres, profesores, etc. Esto nos remite a que algo del adolescente no puede ser puesto en palabra y es realizado en acto.

El psicoanalista Philipe Lacadee plantea este tipo de conducta, como las relaciones de “pantomima”. Siendo este el arte de expresarse mediante el gesto sin recurrir al lenguaje (un ejemplo de esto podría ser el cutting); entonces, todo acto impulsivo y “sin sentido” que trae consigo un adolescente, podríamos pensarlo desde aquella conducta que es vista a los ojos, pero que habrá que ir descifrando el mensaje que trae consigo.

Es importante pensar a los adolescentes y su relación con los actos violentos, tomemos como ejemplo el acontecer diario en las unidades educativas, donde existen momentos dentro de la cotidianeidad de un colegio, donde las relaciones humanas se ven interrumpidas o deterioradas por gritos, insultos e incluso por golpes entre compañeros de curso. Es ahí donde uno se pregunta ¿por qué existen estos fenómenos de violencia y/o agresividad por parte de los adolescentes?

Si pensamos las agresiones verbales podríamos considerarlas como la imposibilidad que tiene un adolescente para lidiar con las complicaciones que le genera lo diferente que tiene otro adolescente, el insultar muchas veces permite reducir y no dar un lugar a otra persona y de esta manera sirve como una forma de reafirmación personal.

La vida adolescente es una tensión constante con los demás, ya sea por la imagen, los lazos sociales o por la propia falta de recursos personales para asumir esta etapa, no es posible renunciar a lo que genera, lo que da lugar a afirmar que es algo destinado a existir siempre.

Las conductas agresivas y/o violentas deben ser un tema que requiere la identificación singular del por qué del hecho, no dejar algo tan delicado a la impulsividad de querer cambios, sino buscar las causas que tiene cada adolescente en cada situación, tampoco querer emplear la misma lógica de violencia que se tiene en los adultos.

Algunas maneras de entender los actos agresivos y/o violentos de los adolescentes atendidos son las siguientes:


- Como recursos para dejarse ver y así darse un lugar entre sus pares, para mostrar que existen en este mundo, donde sienten que no tienen un lugar.

- Algunos actos que les sirven para salir de su propio mundo (infantil o familiar) y adentrarse en el relacionamiento social.

- Actos que traen consigo una demanda de ser escuchado o sostenido por algún otro que pueda alojar esto, es decir, una conducta para hacer un lazo.

- Existen los actos violentos que apuntan a hacer daño al otro, estos actos deben ser tratados con urgencia, pues existen un número de causas, así como el número de adolescentes que lo hacen.


De seguro hay más variables, es por eso que el camino para entender esta problemática es la que planteamos al poder tomar cada fenómeno de violencia e interrogarlo en la singularidad del mismo.

El PTV acompaña al adolescente, a hacer uso de la palabra, a que realicen el armado de nuevas respuestas ante los enigmas que trae consigo esta etapa de sus vidas, que lleguen a ser lectores de sus propias historias, apuntando constantemente a asumir su accionar y las consecuencias del mismo y a partir de ello, encuentren nuevas herramientas para darse un lugar ante el otro, esto desde la escucha y no desde el juzgar.


Miguel Ramírez Arrázola
Psicólogo Clínico – P.T.V.