Martes, 17 Julio 2018 13:53

Fundamentos sobre violencia desde la experiencia del PTV

La nerviosidad moderna “Siento un nerviosismo, una ansiedad, algo difícil de nombrar”,

es una frase que encontramos en muchos casos, y que nos alerta de los cambios acelerados e impactantes que las familias deben afrontar actualmente.

La inseguridad social que prolifera en diversos ámbitos, paradójicamente, genera en los individuos la seguridad de no tener salidas, produciendo subjetividades desorientadas, a la defensiva y prestas a hacer lo que sea para librarse de su malestar lo más rápido posible.

En el caso de los varones, verificamos que los recursos psíquicos con los que contaban para poder afrontar las diversas vicisitudes de su vida, son puestos a prueba: la identidad que se armaron, su forma de hacer, de pensar y sentir, ya no alcanzan para los desafíos con su familia, su pareja, el trabajo, etc.

Cuando los recursos psíquicos dejan de funcionar, emergen los actos violentos.


La masculinidad puesta en cuestión

La época ha puesto a prueba a los varones sobre cómo responder ante los desafíos del diario vivir. Así mismo, ante los desafíos de la vida de pareja en tiempos posmodernos. Refugiarse en el alcohol, en el trabajo, amigos o evitar peleas ausentándose de casa, dan cuenta de un problema que se va evitando, pero no resolviendo.

Con el pasar del tiempo se han puesto en cuestión a muchos referentes de lo que es ser un hombre o una mujer, y con ello, el cómo un hombre o una mujer afronta sus problemas.

Cuando lo que un varón podía o debía hacer se ha puesto en cuestión de una manera tan acelerada, surge el machismo como una respuesta también acelerada, en una especie de caricatura de masculinidad que se muestra impotente para manejarse en los nuevos desafíos de la vida familiar y de pareja.


La singularidad del acto violento

La etiqueta violencia no disimula la heterogeneidad de la misma; lo que es violento para uno, no lo es para el otro. Es fundamental en el trabajo terapéutico poder hacer esta diferencia del caso por caso. Por lo general, para que un acto violento ocurra, hay toda una serie de hechos que pueden remontarse a experiencias vividas hasta en la más temprana infancia. Por ejemplo: puede que un mal día en el trabajo implique para algún varón volver a casa a desquitarse con su familia; para otro la familia le será un alivio; otro se pondrá triste y saldrá a beber; a otro el mal día le puede resultar insignificante sin alterar en absoluto los lazos con su familia.

En el PTV hemos aprendido que no se puede reducir una persona a un acto, por muy violento que este sea. Cada acto violento tiene su propia historia, y que muchas veces es desconocida incluso por el varón que lo ha ejercido. Involucrar a la persona en su propia historia, es abrir paso a la responsabilidad por sus actos.


El tiempo de comprender

Cuando las palabras faltan emergen reacciones, y muchas veces buscar una solución sin comprender del todo el problema, trae mayores dificultades, y más aún, cuando existe desesperación por resolver el conflicto.

El poder introducir un tiempo de comprender en el espacio terapéutico, desplegando la palabra y sus efectos curativos, permitiría que el varón no quede atrapado por una impresión que desencadene una reacción por impotencia.


Palabras que curan y enferman

Recordemos que ya en los albores de la humanidad, sabíamos que las palabras pueden tener un efecto en los cuerpos; así uno podría sentir un sentimiento sublime por una poesía o una apuñalada por un comentario de mala fe. Muchas veces las palabras pueden ser usadas para querer borrar la opinión y el sentir diferente en el otro, por ejemplo, diferencias de pensamiento en cómo manejar la economía de la casa o la crianza de los hijos. Cuando las palabras no lograron hacer con “lo diferente”, se busca borrar “lo diferente”; muchas veces, borrando al otro.

En este sentido, los insultos dicen más de la imposibilidad de poder escuchar o hacerse escuchar con el otro que es diferente; ambos pretenden que el otro entienda, sin entender. Por lo que podemos ver que, aunque están hablando, realmente poco o nada es lo que dicen.

Sin reducir la problemática de la violencia a un problema de comunicación, podemos repensar en un uso diferente de las palabras, y en cómo estas pueden tener efectos más profundos que los de la situación comunicacional.


Verba volant, scrīpta mānent (Las palabras vuelan, lo escrito queda)


La experiencia terapéutica verifica que no es lo mismo pensar que decir, y tampoco conversarlo de manera informal que en un espacio terapéutico. Es así que la palabra dirigida al psicólogo, tiene la particularidad de generar efectos en las personas, estableciéndose otras posibilidades para tramitar problemas, por vías que no sean la de la reacción.

El abordaje terapéutico en el PTV, se encarga de buscar aquel malestar singular cuya consecuencia desencadena el acto violento y que es importante poder conversar con alguien que esté dispuesto a escuchar sin juzgar, reeducar o interpretar.


Lic. Christian La Torre Romero
Psicólogo Clínico - PTV